Cosas de Moi

Bueno, pues ese soy yo. Moisés, un joven de treinta y tantos años que quiso ser informático pero al que la nota no le dio más que para estudiar la carrera de Arquitectura Técnica, descubriendo de esa forma una verdadera afición oculta.

martes, noviembre 11, 2008

Lo de las pelis americanas es todo verdad


Sí, ya sé que un par de entradas más abajo digo lo contrario, pero es que después de visitar la Gran Manzana, escenario de tantas y tantas y tantas películas y series norteamericanas, me dio la impresión de vivir la película de mi vida.
Y es que esta ciudad me ha llegado muy adentro. Nada más montarme en el avíon de vuelta ya estaba pensando en una fecha para volver, porque una semana en Nueva York es como almorzar esa espuma deconstruida de marisco de la cocina moderna: te quedas con hambre.
El primer día nada más llegar al hotel, el cual estaba entre Central Park y Times Square (¡casi na!), nos dirijimos hacia unas hipnóticas luces que se veían en lontananza a unas seis calles. Se trataba el cruce de la 7ª con Broadway más conocido como Times Square (foto). Desde aquel instante y cada noche por muy cansado que estuviéramos de las largas caminatas que nos pegábamos, volvíamos allí, era inevitable. Carteles gigantescos anunciando musicales, luminosos que no paraban de brillar y parpadear o pantallas enormes donde se anunciaban los últimos estrenos cinematográficos, todo ello con el entorno músical de los pitidos de los taxis amarillos y el jaleo de los cientos de turistas que como zombis se agolpaban en los pequeños espacios destinados a los peatones. Lo curioso de todo esto es lo familiar que se presentaba aquello a nuestros ojos. Era esa sensación que tienes como cuando vuelves al pueblo de tus padres que no visitabas desde que tenías 4 años. Todo era familiar, como si siepre hubiera formado parte de tu vida.
Durante los días siguientes visitamos la Estatua de la Libertad, El Empire State Building y varios centros turísticos de los llamados "típicos". Pero lo que te enganchaba de esa ciudad no son en sí esos emplazamientos. Lo que te engancha de verdad es el ejecutivo comprando un café y un donut (por cierto, vaya donuts que tenían los puestecitos, de muerte!) en un puesto callejero o la fila de limpiabotas que se esmeraban en su trabajo mientras el cliente leía el Newyorker o esas torres que parecían tocar el cielo o esa 5ª avenida en sus tiendas de alto standing o esos cajones donde echabas unas monedas y podías coger todos los periódicos que quisieras... Podría enumerar mil detalles y todavía me dejaría alguno en el olvido.
No sé si cuando abandonamos la ciudad salió el director de todo aquello y dijo: "¡Corten!" y dejaron de interpretar lo que parecía realmente una película.